jueves, 30 de diciembre de 2010

Impresiones, percepciones... ¡Cuidado, tu cerebro te engaña!

Buenas tardes gente de bien

Zzzzz, Zzzzz
Ayer me acosté muy tarde y la noche ha sido de muy mal dormir. Y, a pesar de estar de vacaciones, he tenido que madrugar por motivos culinarios. Por eso, cuando la inevitable somnolencia ha atacado mi persona tras acabar la, dicho sea de paso, deliciosa comida y aprovechando que estoy de vacaciones, he decidido permitirme el lujo de echar un sueñecito. Cuando me he despertado ha sido como una de esas veces que parece que sigues dormido. Los sonidos, las imágenes... todo era un poco difuso, como irreal. Así que me he puesto a ver un programita de Redes, "pa despejarme" : )) Hoy ha caído este:


Abre tu meeeeente
No soy uno de esos fans de Punset a quien todo lo que dice le parece una realidad a pies juntillas. No, me considero alguien con espíritu crítico y suelo buscar información para contrastarla y poder tener una opinión al respecto. Dáse la casualidad de que el tema de este programa es algo sobre lo que he leído cosas y creo que es bastante acertado.

Para quien no tenga el tiempo de verlo (28 minutos) le diré que lo saque de donde sea jajaja. No, venga, haré un resumen resumido:

Viene a decir que la parte subconsciente de nuestro cerebro tiende a amoldar, tergiversar o modificar los recuerdos de forma que nos beneficie. Eso explicaría por qué solemos recordar más lo bueno que lo malo de las personas o vivencias. Es decir, que se trata de supervivencia (y, dentro de sobrevivir está el grado máximo: vivir lo mejor posible). Vamos, que el cerebrito es un pequeño cabroncete con ganas de que tú estés contento (cosa de la que me alegro, por otro lado).

En un sentido más amplio, esos recuerdos y reacciones programadas en el cerebro nos llevan a crear prejuicios y a sentar bases que, muchas veces no responden a criterios racionales. Es lógico teniendo en cuenta que, sobre todo al principio, carecemos de la información necesaria para evaluar una situación, persona o experiencia. No respondemos a criterios estadísticos o analíticos, más propios del cerebro racional. También es cierto que, de no contar con ese cerebro rápido erraríamos mucho más.

Luego el reportaje ahonda un poco en estos temas y en lo que derivan: prejuicios en miedos, miedos en agresividad, agresividad en enfrentamientos... incluso habla un rato de guerras con un testimonio de Jon Sistiaga bastante emocionante. Ahí ya se pierde un poco en hacer el reportaje más dramático.

Todo para hacer ver al "internetvidente" (habrá que pensar en un término así, ¿no?) que hay que tener presente siempre que uno no se puede fiar de sus percepciones, de lo que su cerebro le dice. Al menos, que no se puede fiar siempre. Que hay que guardar siempre una carta para jugarla pensando que eso que uno percibe puede ser fruto de muchas cosas en la propia mente (recuerdos, experiencias traumáticas o positivas, culturales, aprendidas...). Me hace gracia la anécdota de Cordelia Fine sobre el teatro. Considero importantísimo ese espírituo autocrítico de decir: "¡Ostrás! ¿esto será cosa mía o de los otros?". Eso que ella llama el realismo ingénuo, que al fin y al cabo es un comportamiento infantil (y, por tanto, se da en la mayoría de adultos : )) ). Citando a Cordelia: "La gente siempre tiene prejuicios interesados sobre sí mismos. Y cuando les preguntas sobre otros te dicen: Bueno, sí, hay gente que hace eso. Pero, y ¿tú lo harías?. No, yo no".

Me ha venido a la mente la entrada sobre propósitos de enmienda de la gran Lorena : )) y lo de los 21 días para automatizarlos. Y pienso en el cuidado que hay que tener con las primeras impresiones y con los posibles engaños del cerebro. 

Y todo este rollo, para deciros que todas las cosas que voy publicando por aquí sobre la gente que veo y cuya vida y circunstancias suelo imaginar (e inventar) es sólo eso, fruto de mi alocado cerebro buscando respuestas a las millones de preguntas que me surgen. Así pues, téngase en cuenta cuando se lea, que lo que aquí se pretende es dar rienda suelta (y escrita) a estas elucubraciones para ejercitar el cabezo y, de paso, reirnos un rato. Y así uno es más consciente de que su cerebro es un pillo con ganas de tomarle el pelo :)

Por cierto... que ya es casi viernessssssssss

martes, 28 de diciembre de 2010

Una camarera diferente

Llevo varios días pensando en escribir esta entrada y como ahora tengo conexión a Internet (de momento), voy a aprovechar para hacerlo. Además, indirectamente, eso me hará visitar menos el bar donde sirve esta chica y posiblemente, se me acabe olvidando la reflexión. Para evitarlo os cuento...

Entré en el café porque me pareció un sitio agradable, suficientemente limpio y amplio como para que el humo de los fumadores no me molestara.  Tenía ojeados 4 o 5 por la zona intentando decidir cuál sería más adecuado. Afortunadamente nadie ha fumado en los días que he estado allí, salvo un hombre que se fumó un puro pero tan lejos que ni pude olerlo (y eso que los puros me molestan menos que los cigarros, por norma general). Al entrar, como siempre, dije mi frase habitual:

- Hola buenas tardes. ¿Podría ser un café cortado por favor? - sólo hay que asegurarse de que te están escuchando mientras hablas. A veces me tengo que acercar mucho porque no me gusta gritar y si hay jaleo en el bar es probable que no te oigan. Y este país, reconozcámoslo, es un país de gritones.

Normalmente, alrededor de las cuatro de la tarde, te pueden servir el café 2 tipos de personas:
1 - los dueños, que se quedan con ese turno porque es el de menos prisa y en el que suelen venir sus amigos o clientes habituales a echar la partida, a hablar un rato o a leer el periódico. Es un turno tranquilo.
2 - camareras responsables, de las que hacen bien su trabajo y en las que el propietario confía. Es una hora tranquila y hay tiempo para hacer chanchullos con las cuentas.
También es habitual que las camareras sean chicas jóvenes y atractivas, algunas incluso TCCs (Tremendas Camareras Cachondas). No se si es el empleo el que atrae a chicas así o las chicas las que atraen al empleo, pero el caso es que muchas veces van de la mano. El caso es que chica responsable y TCC no son necesariamente conjuntos disjuntos.

- ¿Cómo?
En este caso, me encontré con una camarera que encajaba en el segundo perfil, pero sin ser (ni de lejos) una TCC. Por lo que pude observar en los días que acudí a tomar el café, no sólo tenía una educación exquisita, sino que también tenía buena memoria y al segundo día ya me preguntaba ella si quería el café cortado. Ese tipo de detalles son de agradecer, son los que hacen que dejes una buena propina. En esta tierra en la que me muevo es habitual que los dependientes (de bar o de cualquier tienda) sean más bien antipáticos y cuando consumes parece que te hacen un favor. Venía un artículo en el periódico, a ver si lo encuentro. Pero, volvamos a mi camarera...

Por lo que pude comprobar, no estaba muy acostumbrada a la gente educada. Al servirme el café, le daba las gracias todos los días y siempre se sorprendía. Incluso una vez que me preguntó por lo que le había dicho, le dije: "Nada, que muchas gracias", pude comprobar cómo se ruborizaba.

Es una chica de corta estatura, con una figura bastante ancha. De pelo corto, tiene una cara bastante expresiva, de esas que transmiten mucho con la mirada. No parece de esas personas tristes pero tampoco alegres. Da la sensación de ser una persona que ve pasar la vida y no le presta mucha atención. Como si no quisiera exprimirla. Lo que sí tengo claro es que yo no soy así, que tengo la sensación de que si se me pasa un día sin aprovecharlo, algún día me arrepentiré. He conocido a muchas personas en esta línea, pero también en la otra. En los últimos años he encontrado un término medio, porque veo que quienes no se preocupan por dejar escapar el tiempo, transmiten la sensación de ser más felices... O_o Quizá eso de buscar tan urgentemente la felicidad es justo lo que nos hace infelices. Dicen que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Alejandro me dejó un comentario al respecto sobre un entrenador que tuvo y un Opel Corsa. Si no tienes aspiraciones ni necesidades contínuamente, igual alcanzas el estado de felicidad. 

Sea como fuere, no es mi estilo de vida y por eso me llama tanto la atención ver a gente así. Ojo! no confundir con las personas que dejan pasar la vida sentadas en el sofá (que también las hay). Diferencias hay muchas pero por no extenderme demasiado diré que básicamente, quien no tiene constantes aspiraciones no es infeliz (al menos, no por causa de la frustración).

En fin, que me he vuelto a enredar. Pude comprobar que esta chica, además de una excelente camarera y educada persona, se preocupaba por la gente. En los días que estuve tomando café en su bar, pude comprobar cómo se preocupaba por varios señores mayores y cómo empleaba el mucho tiempo libre en la barra en ordenar y colocar cosas, cuando no rellenando cámaras o haciendo cuentas. En fin, una persona dedicada o al menos, profesional. Uno de los días me la crucé cuando ella salía del trabajo. Yo venía de jugar al fútbol. La saludé yo al reconocerla y, tras dudar sobre quién era, me devolvió el saludo con una sonrisa. Parece mentira, pero eso es hoy día casi un lujo.

A pesar de haber visitado muchos bares durante estas últimas semanas, algunos con TCCs (como mi amiga María la búlgara), el suyo es el que repetí. Incluso llegué a convertirme en habitual. Un sitio agradable gracias a una buenísima profesional.

Vaya desde aquí un ¡hurra! por quienes cumplen profesional y éticamente con su trabajo.
¡HIP!, ¡HIP!... ¡HIIIIP! Hiiiii... juas! tengo que dejar el tinto : )) )))) 
Slaudos y felices fiestas

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cartelito en los lavabos

A tenor de los comentarios sobre el uso de aseos públicos, he recordado un cartelito que descubrí en los lavabos de mi trabajo hace un par de años. Rezaba como sigue:

Y os aseguro que en este caso, las encargadas de la limpieza tenían mucha razón. Aquello no era un lavabo público, aquello era como una charca de marranos. Peor que muchos bares de copas de madrugada.

En fin, que me ha venido a la memoria y quería compartirlo con vosotros.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Mi primer archienemigo

El Dr. Maligno era
un archienemigo... ¡y era calvo!
Esta vez, amigos, he pasado de mero espectador imaginador de historias personales a elemento activo de la situación, tomando cartas en el asunto. Y esto me ha granjeado mis primeras enemistades como, por otro lado, era de esperar jajaja.

Todo empezó el pasado domingo. Era una tarde lluviosa y decidí que la mejor opción para hacer deporte era practicar la natación. Hay que decir que en esta ciudad en la que resido ahora únicamente hay una piscina y su estado es realmente bueno. He visitado muchas piscinas a lo largo de mi vida y esta es de las pocas que ha renovado sus instalaciones (poco a poco, sin molestar a los bañistas) y mantiene un buenísimo nivel de limpieza. También hay que decir que le tengo un especial cariño pues fue la primera a la que fuí y en la que obtuve mi título de Salvamento y Socorrismo. ¡Entonces sí que estaba en forma! : ))
 
Me encanta hacer lo mismo que
los delfines cuando llevo aletas
Estuve nadando cerca de 45 minutos y me sentía realmente bien. Cuando voy a nadar con las aletas siempre dedico los últimos minutos a relajarme y dejarme llevar "haciendo el delfín" en el agua. Al ser una piscina poco concurrida, casi siempre puedo encontrar una calle en la que estar yo solo, así que no molesto a nadie mientras hago mis piruetas en el agua. Realmente es divertido y relajante. Todo esto, unido a la buena sensación que deja el haber hecho algo de deporte y sentirse menos oxidado, me provocó un muy buen humor.


En estas estaba cuando me dirigí al aseo a enjuagar gorro y gafas (por si no lo sabeis, es buena práctica enjuagarlos en abundante agua para evitar que el cloro los deteriore). Y fué entonces cuando apareció el que está llamado a ser mi archienemigo (tachááááan).

Apareció un hombre de unos cincuenta años. Caminaba con dificultad debido a su oronda figura y su barriga contenía todo el pelo que otrora moraba en su rapada cabeza. El hombre me miró unos segundos hasta que decidí romper el silencio con un "Buenas tardes" y un esbozo de sonrisa amable. El tipo ni me contestó. Esto, normalmente lo paso por alto, pero al poco ví cómo se situaba a mi lado en otro lavabo y sacaba un bote de espuma de afeitar. Acto seguido procedió a embadurnarse la cara y la cabeza con la blanca sustancia mientras miraba indeciso hacia su hinchado estómago intentando dilucidar si sería una buena idea o no.
Los cavernícolas no siempre
tienen pinta de serlo
Aquello me indignó. He visto a muchas personas hacer eso, afeitarse en lavabos públicos. Y, lo que es peor, he visto demasiadas veces los restos que suelen dejar tras semejante acción. A ver, desde aquí lo dejo claro: Los lavabos públicos son para lavarse las manos. Y la cara como mucho. No para hacerse la toilette completa y afeitarse, cortarse las uñas o cualquier otro tipo de marranada que uno no desee limpiar en su propia casa.

Volviendo a mi orondo compañero de lavabo, le dirijo una mirada de desaprobación y le digo con toda la educación que me ha sido inculcada desde niño (que es mucha):
- Disculpe caballero, no está permitido afeitarse en estos lavabos.
El tipo me lanza una mirada de estupefacción.
- ¿Cómoooooo? - me suelta, mientras se quita parte de la espuma que le había tapado las orejas.
- Digo, que no esá permitido afeitarse en estos lavabos - continúo manteniendo mi sonrisa amable.
Nuevamente pone cara de sorprendido y empieza a girar con dificultad su enorme cabeza. Me doy cuenta de que puesta sobre su cuerpo se parece a un enorme y barrigudo muñeco de nieve. Tras finalizar su recorrido por el entorno inmediato, me dice con sorna:
- No hay ningún cartel que lo prohíba.
Tiene razón. Hace años sí que lo había. Lo recuerdo perfectamente. Había muchísimos carteles. Incluso uno con una caricatura de una piscina que se marchaba corriendo asqueada al percatarse de que un bañista se iba a lanzar sin haberse dado la previa y obligatoria ducha reglamentaria. Luego cambiaron los azulejos de todo el vestuario y confiaron (inocentemente) en que la instrucción ciudadana hubiera causado los efectos deseados. Craso error.
- No hay carteles que prohíban todo lo que no se puede hacer. Se supone algo de sentido común - digo con la ligera esperanza de que razone.
- Ya, pero si no hay nada que lo prohíba - empieza a notársele un cierto tono aniñado. Como cuando jugando en el patio del colegio te cargabas de razón al mantener cualquier disparatada hipótesis que se te ocurriera. Era tuya y había que defenderla hasta el final, costara lo que costara.
- Señor, tampoco hay carteles que prohíban... - estoy pensando en usar el verbo defecar, pero dudo que su vocabulario alcance tanto - ...orinar en los lavabos o en el suelo. Se da por supuesto que la gente sabe hacer uso de estas cosas.
Esta vez mi contertulio no me contesta. Se limita a retirarme la mirada y se dispone a iniciar el asalto a su cara con la cuchilla.

Entretanto ha llegado otro tipo, un poco mayor, que observa la escena intentando pasar desapercibido. Esto es muy común. Varios ven una situación que está mal y todos se "hacen los locos". Y si uno se decide a denunciarla, el resto, lejos de apoyarle, se hacen aún más los locos. Me ha pasado miles de veces en el metro viendo a gente fumando o con la música del móvil a todo trapo. Si reúnes el valor (y las ganas sobretodo) de molestarte en llamarles la atención, no esperes encontrar apoyo. El observador, dirigió su mirada al suelo y trató de pasar desapercibido. Como era de esperar.

Indignado, le lanzo una pregunta al hombre de la maquinilla:
- Si quiere, puedo acercarme a preguntar si el reglamento del recinto permite el afeitado. Si se permite, quizá podamos afeitarnos juntos - nuevamente coloco mi sonrisa más irónica en mi cara. El observador se ríe.
- Haz lo que quieras muchacho - me dice el hombre sin apartar la mirada del espejo.

Conozco al de seguridad desde hace 15 años al menos. Sólo con mirarnos nos entendemos (a veces se encarga él del guardarropa). Así que cuando me da las cosas, le pregunto en tono relajado:
- Esteban, una preguntilla. ¿Está permitido afeitarse en el lavabo? - Estéban es un hombre extremadamente tranquilo y calmado, una de esas personas que parecen siempre recien despertados de una larga siesta; pero tras mi pregunta noto cómo sus ojos se inyectan en sangre y me dirige una mirada furtiva, como diciendo: "¡No se te habrá ocurrido!". Al ver mi barba de 2 días él solito deduce que no lo pregunto por mí y se dirige automáticamente hacia el aseo. Desde el vestuario de grupos, donde usualmente me cambio, escucho unas palabras entre el orondo calvo y el guardia de seguridad. Apenas oigo nada. Al cabo de un minuto, veo a Estéban pasar por delante de la puerta del vestuario.
- Gracias - me dice, al tiempo que me guiña un ojo.

Acabo de vestirme lo antes que puedo con intención de ver a mi nuevo archienemigo, pero cuando voy al aseo con la excusa de lavarme las manos, ya no está ahí. Probablemente se ha metido en la sauna a ver si se le cae el pelo solo : ))

Y es así como me he ganado a mi primer archienemigo. Pero se queda uno tan a gusto cuando los abusos de la gente son contenidos...

martes, 14 de diciembre de 2010

Pequeñas ansiedades controlables

En esta entrada, lo primero que quiero dejar claro, es que se trata de la descripción de una situación que he sufrido personalmente y por tanto, se trata de percepciones subjetivas, no pretendo marcar reglas. Eso por un lado. Vaya por el otro que usaré las comillas para referirme a mi "ansiedad" que nada tiene que ver con esas que se tratan con medicamentos o psicoterapia. En realidad es una tontería, pero me ha parecido muy curioso darme cuenta de ello esta misma mañana y quería compartirlo, a ver qué opinais.

La cosa es la siguiente. Hace unos cuantos años escuchaba un programa de radio en el que sacaban rarezas musicales. Entre ellas, cayó este Sway de una tal Bic Runga. La canción no es que sea una obra maestra, pero me gusta la letra y la melodía es pegadiza. Bien, pues hace unos días me vino a la cabeza (vete a saber por qué). El caso es que estuve buscando entre mis CDs de esos que pone con rotulador gordo negro: MP3, sin nada más (todos tenemos de esos, ¿verdad? : )) ) y la dichosa canción no aparecía. Como sabeis (si no, os lo digo ahora), carezco de conexión a Internet ahora mismo porque no tengo domicilio fijo y eso es una risa. Así que tuve que aprovechar una de mis visitas a un café con zona WiFi para descargármela. Imaginaos que me acordé de la canción un Miércoles. Bien, pues hasta el Viernes no pude ir a buscarla.

Y hasta aquí, todo normal. Lo suyo es que acto seguido de completar la descarga, hubiera procedido a escucharla ipso facto, incluso que la hubiera escuchado en youtube mientras se descargaba... pero el entorno del bar no era el apropiado. Para escuchar esta canción (ya os dareis cuenta cuando la oigais) es mejor que no haya ruidos de fondo. Así que decidí esperar a la tranquilidad de mi habitación. Y, amigos, he aquí la sorpresa. ¡No me he vuelto a acordar de ella hasta hoy! Es increíble cómo pasé Miércoles y Jueves "ansiando" escucharla y, una vez pasó a mi poder, esa "ansiedad", cesó, desapareció por completo. ¡Y sin escucharla! Símplemente por el hecho de poder hacerlo. Por tener esa posibilidad.

La acabo de escuchar ahora (Martes 14, casi 1 semana después) y me sigue encantando (incluso me acuerdo de la letra). Ha sido encender el ordenador y curiosear en Descargas, entonces he caído en la cuenta de que la tenía y me he dicho: "Impresionante. La sola sensación de poder escucharla cuando quisiera es suficiente para calmar mi necesidad. ¡No hace falta ni que la escuche!". Y creo que ocurre lo mismo con otros aspectos de la vida. Lo que realmente provoca ansiedad (ahora sin comillas), es la frustración, la impotencia, la incapacidad de hacer algo que pueda cambiar una situación que nos molesta o incomoda. Y, si realmente es imposible hacer nada (que a veces lo es), no queda más remedio que aceptarlo. Sin embargo muchas de esas veces, el efecto placebo es muy eficaz (pensad que el fichero que me descargué perfectamente podía contener, por ejemplo, la canción de Los Payasos de la Tele). Y si al menos calma la ansiedad, puede ser muy recomendable, ¿no creeis?

Bueno, vaya desde aquí mi reflexión mañanera.
slaudos

viernes, 10 de diciembre de 2010

El hombre del puro

Como sabeis, hace unos días lo dejé todo (trabajo, vivienda,...) y ahora me encuentro vagando por diferentes ciudades buscando un sitio donde asentarme (por cierto, que admito sugerencias). Esto me lleva a no disponer de una conexión a Internet fija, por lo que tengo que moverme por zonas WiFi (aún no me he decidido a coger uno de esos modernos módems USB de telefonía móvil). El caso es que no había pensado en la cantidad de historias que esto me puede traer y lo estoy comprobando cada día, así que mientras dure esta etapa, intentaré escribir algo de lo que me parezca interesante, porque me estoy encontrando de todo.

Esta tarde, acudí a un bar que no había visitado aún. El sitio de entrada da mala pinta: mal iluminado, mucho humo y abuelos inflándose de licores "digestivos" mientras echan "la partida". En nuestro país es habitual echar "la partida" a la hora de la siesta, lo que no es tan habitual es que esa partida tenga público. Es decir, gente que va al bar a "ver echar la partida". Cuando comprendí que no se trataba de una casualidad, quedé estupefacto.

Conserva la elegancia aun
detrás de una sucia barra de bar
Bien, volvamos al antro, digoooo... al bar en cuestión. Vislumbro una mesa al fondo, en una zona que parece despejada. Pido mi café y los datos para conectarme a la red. Amablemente, la camarera me atiende. Es una señora mayor, de unos sesenta años, pero conserva un cierto porte elegante en su caminar. Tiene el pelo largo y cano, pero bien cuidado y recogido, lo que me hace pensar que aún le queda algo de presumida. Por sus rasgos y su voz, intuyo que debió ser una esbelta joven, no falta de pretendientes. Por su mirada, que probablemente no era este el futuro que tenía planeado. Sonríe ampliamente cuando le digo que los datos de conexión son correctos y que ya puedo navegar por la red. Me gusta su tono de voz, es amable, pausado, moderado.


Pasan los minutos mientras compruebo mi correo electrónico y bebo a sorbos mi café tratando de no abrasarme la lengua. Aparece entonces un personaje llamativo. Rondará los cincuenta y muchos, pero aparenta bastantes más. Desaliñado y casi sucio, desprende una peste a alcohol destilado de esas que hacen que uno note los efectos etílicos en carnes propias. Lleva en la boca un enorme puro que mordisquea con torpeza.

- Hooooola - carraspea arrastrando las letras - ¿está María? - pregunta a gritos.
- No, aún no es su hora - responde la amable camarera. Empiezo a intuir que se trata de la propietaria del negocio.
El "elemento" se aleja por la otra puerta del bar arrastrando levemente una pierna. Obsérvese la ausencia de las palabras "Por favor" y "gracias" en la conversación del personaje.


Unos quince minutos después, aparece una chica de aspecto caucásico. Intercambia unas pocas frases con la propietaria. Descubro que se trata de María y la propietaria le advierte de que "alguien con muy mala pinta" ha preguntado por ella. No parece preocuparle lo más mínimo.
María tenía peor pinta, pero
esta refleja su espíritu

Como intuyendo la situación, al poco de salir la dueña, aparece de nuevo el elemento del puro. Esta vez ha conseguido encenderlo y viene a instalarse justo en el lado de la barra más próximo a mi mesa. Por un momento levanto la mirada buscando la aparición de alguna estrella de rock tras el humo y los focos, en plan programa de Bertín Osborne. El tipo toma asiento en un taburete, me echa una mirada intentando reconocerme y suelta en un tono indeterminado un "Maríaaaaaaaaaaaaaa" que suena más a chiste de Gila que a conversación real.

Descubro con asombro cómo la camarera (búlgara o rumana, deduzco yo) coquetea con el cliente del puro. Bueno, lo de "cliente" es un decir, porque el hombre no consume nada. Y a juzgar por su aspecto, diría que mejor así, dado que él sólo se bastaría para acabar con las existencias de todo el bar rápidamente. El hombre se preocupa por saber en qué ha consistido la comida de ella. La chica responde tristemente que únicamente ha ingerido una infusión. Escandalizado el tipo, hace aspavientos con las manos mientras le dice que él ha comido una pierna de cordero y no se qué más cosas (¿por qué se dice pierna si es de un animal? Yo pensaba que las piernas eran cosa de humanos, los animales tenían patas, ¿no?). La conversación continúa mientras ella se acerca a él y, apoyando sus codos en la barra, muetra su generoso escote mientras se enrosca el pelo con dos dedos.

La tal María debe rondar los 25 años aunque está bastante estropeada. Quizá le sobren algunos kilos en las caderas, pero mantiene el resto en su sitio. Las ojeras, sin embargo, son demoledoras. Me pregunto por las circunstancias de María. Intuyo que su nivel de soledad y autodesprecio deben ser bastante altos para flirtear con un tiparraco como el que os he descrito (y algunas cosas no las escribo por si alguien acaba de comer, ¡puaj!). Me imagino la historia de María.

Salió de Sofía hace unos 5 años con un montón de promesas e ilusiones. Acabó en un burdel de carretera (además, creo que tengo una idea de cuál puede ser). Allí conoció a otras compatriotas y colegas subsaharianas que le hablaron de una asociación que ayuda a las personas en su situación. Tras un primer contacto con ellos, se sumió en la prostitución. Al fin y al cabo, es un negocio de dinero rápido y una vez has pasado por ello, ya puedes pasar muchas más veces sin que el daño sea mucho mayor. En la segunda intentona consiguió abandonar el negocio y le buscaron un trabajo de camarera. La dueña del bar se hizo cargo de ella y le enseñó lo necesario para desenvolverse. Le dió el turno de cafés que es el más tranquilo. Así ella podría hacerse poco a poco a la situación. Pero claro, este trabajo da mucho menos dinero y María no parece de esas personas que reducen su tren de vida. Así que se busca la manera de hacer dinero o conseguirlo como sea.

Mientras imagino todo esto, el tiparraco empieza a aullar como un lobo. En la telenovela de turno está bailando una chica una especie de danza de los 7 velos, solo que sin velos y con una música que más recuerda a un fandango que a Las Mil y Una Noches. El caso es que a la chica de la tele se le ha visto el ombligo y el cerebro animal de mi admirado hombre del puro ha tomado el control completo de su mente (si acaso no lo había hecho ya). Una serie de comentarios obscenos acerca de la actriz taladran mi mente que intenta inútilmente protegerse del bombardeo. Curiosa la manera de ligar la que tiene este hombre. Yo pensaba que su época era más de guateques, bailar el twist y conciertos de gente con corbata. Pero está claro que este hombre ya está de vuelta de todo. Me pregunto si al llegar a casa y mirarse al espejo sentirá que le va bien o si creerá que ha hecho las cosas bien. La sensación de: "hice lo que debía" o "lo hice bien". Seguramente no. Probablemente porque no acierte a distinguir con cuál de los 14 reflejos suyos que ve en el espejo debe hablar.

Al poco entra otro colega. Este más joven y con pinta de no estar tan borracho. Rápidamente ordena un chupito de orujo de hierbas para solucionarlo. Saluda efusivamente al hombre del puro mientras le lanza un guiño a María, la camarera. Se dirige de nuevo a su colega.
- ¿Qué tal estás? ¿Cómo tú tan pronto por aquí? - deduzco que deben encontrarse a diario en este garito.
- Aquí... tirando. ¿Te han pagado ya la extraordinaria? - pregunta con admirable soltura el hombre del puro que, de pronto, ha recobrado la sobriedad.
- A mí sí, ¿y a tí?
- ¡Bueh!... Pfffff... Tshhhhh... - acaba de perder la iluminación divina.
Ambos se vuelven a charlar con María que sigue coqueteando con los dos abiertamente. Imagino que estos tipos serán funcionarios, a juzgar por las horas a las que están en el bar un jueves y por la famosa paga extraordinaria. Espero que el tiempo de trabajo lo empleen algo mejor.

Por cierto, y hablando de funcionarios... esta mañana he estado viendo un rato del extraordinario del congreso sobre el estado de alarma y, en fin, creo que eso merece otra entrada aparte.

Acabo mi café antes de que me distraigan más y les dejo ahí enfrascados. Probablemente uno de los dos aguante las 7 horas que restan hasta el final del turno de María, la camarera... Y, probablemente para entonces no pueda ni decir su nombre...