Hoy es uno de esos días plomizos. Uno de esos con bochorno y un calor pegajoso que provoca un constante sudor y una sensación de cansancio y fatiga enorme. Una gran humedad en todo el ambiente y al pasar por un túnel excavado en la roca me he dado cuenta: huele a piedra mojada.
De niño veraneaba (suerte que tuve) en casa de mi abuela, junto al mar. Un sitio inigualable, una casa centenaria con un sótano que hacía las delicias de cualquier niño con imaginación. Jugábamos allí mis primos y yo a miles de cosas. Montábamos cabañas con trastos viejos de la abuela: una lavadora viejísima, unos restos de una puerta, sábanas viejas, conchas de mar gigantescas, piedras...
El tiempo que mi abuelo pudo disfrutar de sus nietos nos llevaba a pescar. Recuerdo aquello como algo muy especial: "mañana el abuelo nos lleva a pescar". Eso significaba levantarse a las 5 de la madrugada y echar a andar calle abajo hasta el puerto donde nos sentábamos junto a los 4 barquitos que había (hoy, centenares de embarcaciones deportivas) a pescar peces que luego nos servía la abuela para cenar. Aquello era fantástico. Recuerdo que a mí siempre me tocaba una caña pequeña. Las grandes eran para los mayores. Recuerdo el lugar donde las guardaba mi abuelo. Allí no se podía entrar sin estar acompañado de un mayor. Era un rincón, junto a la escalera de piedra que conducía al sótano. Un rincón oscuro en el que siempre había humedad. Un rincón donde olía a piedra mojada.
Hoy he percibido ese olor e inmediatamente mi mente ha viajado 25 años atrás, a aquellos momentos en los que todo te sorprendía, en los que había cosas increíbles cada día, con ojos enormes intentabas no perder detalle porque sabías que aquello era especial, único, irrepetible. Así lo era, pero no entendía entonces el motivo. Hoy sí, hoy echo de menos todo aquello. Hoy me doy cuenta de que aquel olor a piedra mojada que yo identificaba con algo especial y único, tan sólo era eso, piedra mojada. No era algo mágico, tan sólo eran unas cañas de bambú para pescar, escondidas en un lugar donde los niños no tuvieran fácil acceso. Las 5 de la madrugada ya no es una hora con el mismo significado. Los peces no saben igual...
Y pienso en la cantidad de cosas con las que me ha ocurrido lo mismo. Cosas que fueron mágicas y ya no lo son. Y pienso en lo bonito que era vivir engañado y si no sería mejor así. Y pienso en las cosas que aún me tienen engañado y no se si quiero dar rienda suelta a mi curiosidad, esa que siempre me lleva a descubrir cosas que acaban por decepcionarme... y pienso que debo dejar de pensar y disfrutar del olor a piedra mojada.